Johnny Taggett es un hombre forjado por la rudeza y la mugre de una ciudad que nunca duerme: un ex policía de Nueva York convertido en detective privado, que se mueve en un mundo de sombras donde la línea entre el bien y el mal se difumina bajo el brillo parpadeante de los faroles de la calle. William Hoy invita a los lectores a regresar a la edad dorada de la pulp fiction con una historia que arde con la atmósfera de una época pasada, evocando el encanto mordaz de Sam Spade de Dashiell Hammett y el cinismo implacable de Philip Marlowe de Raymond Chandler.

Taggett es el tipo duro por excelencia: un sabueso que fuma cigarro tras cigarro, bebe whisky y sabe que cada paso está cargado de peligro y cada decisión tiene su precio. Merodea por los bajos fondos de la ciudad, dejando tras de sí una estela de humo tan espesa como las mentiras que le cuentan. Su mundo está hecho de callejones sucios, ceniceros rebosantes y oficinas mal iluminadas, un lugar donde las mujeres son de lengua afilada y seductoras, y cada pista trae un golpe directo al estómago.

Pero Johnny no está solo en este laberinto de engaños. Está Chen, su compañero rudo y callejero, siempre un paso atrás o un disparo adelante. Luego está Jie, sombras gemelas en el juego, tan escurridizos y letales como un susurro en el viento. Y siempre acechando en la penumbra está Mrs. Foulsworth: una misteriosa viuda envuelta en velos negros y joyas, cuya presencia es tan fría y enigmática como un fantasma a medianoche.

Se enfrentan a una Shanghái que respira corrupción, donde mafiosos, maleantes y ratas se arrastran por cada rincón, y la sangre mancha los adoquines como un oscuro testimonio de miles de crímenes sin resolver. Taggett sabe que es un mundo sin salvación, pero hay algo que lo impulsa a atravesar la inmundicia: la venganza. Su compañero Murphy está muerto, y ningún matón de poca monta ni pez gordo va a impedir que descubra quién apretó el gatillo.

Es un trabajo duro y sucio, del tipo que deja cicatrices en el alma, pero Johnny Taggett no busca redención. Está aquí para ajustar cuentas, bala por bala. Así se desarrolla la historia en calles oscuras, donde el aroma de un perfume barato se mezcla con el mordisco de la pólvora, y la justicia es tan esquiva como las buenas intenciones de una mujer fatal. Porque así debe ser en el mundo de la pulp fiction: crudo, implacable y envuelto en sombras.